Para bien o para mal, la chatarra siempre ha sido un elemento importante dentro de la sociedad. Aunque seamos unos privilegiados, por desgracia para una mayoría existe una parte de la población que sigue recurriendo a ella como recurso para sobrevivir. Mientras unos la producimos, otros la aprovechan.
La basura electrónica, chatarra o como deseemos llamarla, es una oportunidad para conseguir traer a casa el alimento del día. Bien sea por el despiece y venta de los componentes de cualquier aparato o por el aprovechamiento de las piezas que se pueden reutilizar para crear nuevas herramientas.
Es el caso de nuestro protagonista Kelvin Doe, un niño que con 10 años residía en Freetown, la capital de Sierra Leona, cuyo índice de pobreza es, en el mejor de los casos, grave. Hasta los suburbios de la capital tendremos que trasladarnos para conocer la historia de Kelvin y su peculiar forma de aprender unas habilidades que otros hacen desde los libros y aulas.
La basura informática termina en inmensos vertederos de los países más pobres
El continente africano es, por diferencia, una de las zonas del planeta más deprimidas y desfavorecidas. Muestra de ello es la ingente cantidad de deshechos que año tras año terminan abandonados en sus vertederos.
Sin embargo, a pesar de suponer un grave problema de contaminación a nivel global, también permite que algunas personas desarrollen una serie de habilidades que en nuestro mundo normalmente se adquieren a través del estudio.
Se cuenta por millones las personas que deambulan diariamente entre los deshechos a fin de conseguir materiales que puedan vender o reutilizar. Kelvin fue un paso más allá, quedando sorprendido ante la ingente cantidad de oportunidades y maravillas que se encontraba y que procedían de un mundo al que, por el momento, todavía no tenía acceso.
Hablamos de viejas televisiones, pantallas de ordenador, placas base de ordenador y un largo etcétera de productos electrónicos que, mientras unos veían como una oportunidad para despiezar y vender, él visualizaba todo lo que podría hacer si los combinaba entre ellos.
Kelvin Doe, el pequeño ingeniero autodidacta
En 2006, con apenas 10 años y una curiosidad creciente, Kelvin rondaba por los vertederos en busca de chatarra mientras se quedaba completamente maravillado ante los tesoros que iba encontrando a su paso, desde juguetes como coches teledirigidos hasta baterías gastadas de vehículos.
Y, a pesar de que muchos creían que solamente se dedicaba a ganarse la comida del día como hacía el resto, Kelvin trataba de combinar y reparar todos esos componentes electrónicos para darles una nueva utilidad.
- Johnson, Bea (Autor)
Su enorme curiosidad, sumada a las ganas por aprender y la posibilidad de leer unos cuantos libros de ingeniería elemental que adquiría de la biblioteca comunitaria de su barrio, le permitieron adentrarse en un mundo del que quedaría totalmente enganchado.
Su espíritu autodidacta lo condujo a incrementar sus habilidades y conocimientos de forma exponencial. Ya no veía la chatarra como un mero sustento, si no como una posibilidad para crear y ayudar a los demás.
Con 14 años, Kelvin sorprendió con sus habilidades
En una de sus conferencias en Buenos Aires, Kelvin narraba cómo solucionó un problema de comunicación dentro de su comunidad. Los medios que disponían impedían que la información fuera transferida de un punto a otro de forma rápida y eficiente.
“Era imposible enviar la información de un lado a otro y yo lo quería resolver”. Dicho y hecho. Con apenas 14 años de edad, Kelvin fabricó una emisora de radio con la que sorprendería a conocidos y extraños. Tal fue su éxito que la propia emisora se convirtió en un punto de encuentro en la zona.
El Innovate Salone es un evento que permite mostrar las habilidades de los alumnos de secundaria de todo el país. En ella se encontraba David Sengeh, un estudiante de doctorado del MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el cual quedó prendado de las habilidades y conocimientos de Kelvin.
La decisión estaba clara, David propuso a Kelvin narrar su historia a ingenieros y estudiantes de Estados Unidos, por lo que fue aquí cuando la carrera de Kelvin se lanzó, participando incluso en su programa de visitantes con apenas 17 años, lo que le convertiría en el más joven de la historia en lograrlo.
Encabezando un proyecto para llevar energía a su país
Meses después de su presentación y descubrimiento en Estados Unidos, Kelvin fue propuesto para liderar un grupo con el que se pretendía hacer llegar la electricidad a las zonas más recónditas y deprimidas de su país.
A través de paneles solares y la tecnología WiFi, el proyecto pretende hacer llegar la energía más esencial para conseguir mejorar las condiciones de millones de personas que se encuentran en situación de total y absoluta pobreza.
“Todos podemos hacer un cambio. Cuando empecé no tenía recursos. Me tuve que impulsar a mí mismo. Mi mamá es la razón de mi inspiración. Quiero volver y ayudar no solo a ella, sino a toda mi comunidad”.
Estas son las palabras de Kelvin Doe con 21 años recién cumplidos. Un joven que, gracias a su curiosidad y dedicación para crear un mundo mejor, ha logrado llamar a la conciencia de la sociedad, permitiendo que muchas personas se vean beneficiadas gracias a sus habilidades y motivación.
En la actualidad, Kelvin tiene 25 años y ya posee su propia fundación, donde pretende impulsar proyectos como el que acabas de conocer para proporcionar en África las mismas comodidades y servicios que ahora mismo disfrutamos nosotros. Puedes conocer un poco más sobre él en su página web.
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